Puede sorprender que
cuando hablamos de la primera programadora de ordenadores nos
estemos refiriendo a alguien que vivió en el siglo XIX. Pero la historia de
la computación no se inicia en los años 60 del siglo XX en el MIT,
ni en los 40 con ENIAC y Turing, sino que se remonta mucho más atrás
en el tiempo. De hecho la primera máquina de cómputo de la que se
tiene constancia, el llamado mecanismo de Anticitera,
data del siglo I a.C., aunque no fue hasta muchísimo más tarde, a
partir del siglo XVII, que empezaron a aparecer en Europa las
máquinas de cálculo. Se trataba de ingenios analógicos cuyo
funcionamiento se basaba en mecanismos de relojería.
Ada Byron King, condesa de Lovelace
(1815-1852) primera persona en desarrollar un algoritmo para programar
una máquina de cómputo. Retrato de Alfred Edward Chalon de 1840.
Ada
Augusta Byron, condesa de Lovelace tras su matrimonio, nació en
Londres el 10 de diciembre de 1815. Era hija de George Gordon Byron,
Lord Byron el poeta romántico, de quien heredó su temperamento, y
de Anne Isabella (Annabella) Milbanke, mujer con formación
científica, de quien recibió una sólida formación. Fue una
enamorada de las matemáticas y la poesía, un espíritu soñador
cuya sensibilidad artística estaba a la altura de su capacidad
intelectual. Sin embargo su vida distó mucho de ser idílica.
Lord
Byron era el perfecto romántico decimonónico: bohemio, mujeriego,
irreverente; desdeñaba las convenciones sociales de la época,
protagonizando frecuentes escándalos. Antes de que la pequeña Ada
cumpliera un año empezaron a circular rumores de que tenía una
aventura con su propia hermanastra y Annabella le pidió el divorcio.
Poco después abandonó definitivamente Inglaterra y tras recorrer
varios países europeos, entre ellos Suiza, donde pasó una temporada
con sus amigos los Shelley –Mary Shelley es la autora de
Frankenstein, recordemos– se fue a luchar a la guerra de la
independencia de Grecia frente al imperio otomano. Allí le
sorprendió la muerte en 1824 a la edad de 36 años, cuando su hija
tenía 9.
Annabella
por su parte fue una madre dominante que hizo cuanto pudo por evitar
que Ada siguiese los pasos de su padre. Su empeño en que estudiara
matemáticas estaba motivado por la errónea creencia de que así
reprimiría sus emociones y se mantendría alejada de la poesía, que
según ella sería su perdición. Era una mujer de ciencia, de ideas
progresistas en una época de importantes transformaciones
económicas, tecnológicas y sociales, pero al mismo tiempo era
también de profundas convicciones morales y religiosas. Poseía
sólidos conocimientos en matemáticas y astronomía y diseñó para
su única hija un ambicioso programa de estudios, insólito incluso
para las clases pudientes de la época.
Lord Byron según retrato de Thomas Phillips de 1813.
Anne Isabella Milbanke según retrato de Charles Hayter de 1812.
La
pequeña Ada se enamoró de las matemáticas, pero no concebía la
ciencia, ni la vida, sin el ingrediente poético. Admiraba
profundamente a su padre, a quien leía en secreto, pues la lectura
de sus obras la tenía prohibida. En cierta ocasión llegó a
escribir a su madre: “Si no puedes darme poesía, ¿no puedes al
menos darme ciencia poética?”
Para
situar a ambas, madre e hija, en su contexto conviene hacer una breve
exposición del estado de la ciencia y la relación de las mujeres
con el saber científico en la inglaterra de aquella época.
A
pesar de haber sido el motor de la Revolución Industrial, la
situación de la ciencia en Inglaterra en el siglo XIX era de
manifiesto retraso con respecto al continente. El nivel de las
matemáticas que se enseñaban a principios de siglo no iba mucho más
allá del que existía en la época de Newton. Incluso surgió un
movimiento, organizado por un grupo de estudiantes de Cambrige, entre
los que se encontraba el propio Babbage, que sostenía que la causa
de este retraso residía en que la ciencia inglesa seguía estando en
gran medida en manos de aficionados y sin apoyo estatal, y abogaban
por su profesionalización.
Por
otra parte hay que señalar que a partir de mediados del XVIII hubo
en Inglaterra un fuerte movimiento a favor del progreso de la
educación de las mujeres, si bien no por deseo de incorporarlas a la
vida pública en pie de igualdad con los hombres, sino porque se
consideraba que los hombres educados preferían casarse con mujeres
educadas. Hubo una publicación, Ladies Diary or Woman's
almanack, de periodicidad anual,
muy influyente y dirigida al público femenino, que prometía a las
mujeres que el cultivo de su mente incrementaría su atractivo
personal.
No
hay indicios de que a las mujeres se las mantuviera apartadas de la
ciencia y las matemáticas. Durante el siglo XVIII aparecieron libros
científicos dirigidos al público femenino, escritos y firmados en
algunas ocasiones por mujeres. Ladies Diary
incluía secciones con acertijos, nociones sobre las fases lunares,
horas de salida y puesta del sol, datos de eclipses, etc. y con el
tiempo incorporaría problemas matemáticos que abarcaban entre
otros, temas de álgebra, funciones trigonométricas, curvas,
determinaciones astronómicas de latitudes y longitudes terrestres,
series aritméticas y óptica geométrica. Se invitaba a los lectores
a resolverlos y enviar las respuestas, ofreciéndose premios a las
soluciones correctas, como suscripciones gratuitas.
Este
fue el contexto en el que Anabelle Milbanke recibió la formación
científica que luego transmitió a su hija.
A
la pequeña le fascinaba la mecánica y Annabella solía llevarla a
las fábricas cercanas para que viera las máquinas en
funcionamiento. Por las noches le daba clases de astronomía que
incluían reconocimiento de las constelaciones y la mitología
asociada a ellas. Así, fascinada por la historia de Pegaso, el
caballo alado de Zeus, a los 13 años diseñó una máquina voladora
a vapor en forma de caballo con alas. Este aparato, capaz de
transportar a una persona, poseería un mecanismo interno para batir
las alas, y se completaría con un tablero de mandos que incluía un
mapa y una brújula.
Ya
hemos apuntado que Annabella fue una madre dominante que trató de
borrar del carácter de su hija todo vestigio que recordara a Byron.
Esta intervención en la vida de Ada se prolongaría en el tiempo,
incluso durante su matrimonio, y hasta el momento mismo de su
prematura muerte.
Esta
relación asfixiante la llevó a tener una adolescencia difícil,
salpicada de ataques de rebeldía y crisis nerviosas, y en su edad
adulta no fue poco frecuente que cayera en profundas depresiones. A
los doce años enfermó. Sus piernas sufrieron una parálisis severa,
posiblemente de origen sicosomático, que la obligó a permanecer en
cama durante casi tres años. Las sangrías que le practicaban los
médicos no harían más que incrementar su sufrimiento.
Durante
esta larga enfermedad se dedicó a profundizar en sus conocimientos
de matemáticas, lingüística y música, al mismo tiempo que seguía
soñando con la poesía y con su padre. Fue en este tiempo también
cuando diseñó su máquina voladora, pero su madre, al ver que el
entusiasmo y la pasión que ponía en este proyecto la desviaba de
sus estudios, la obligó a abandonarlo.
Se
puede decir que le había cortado, literalmente, las alas.
A
los 18 años, en 1833, fue presentada en sociedad y dos años más
tarde se casó con William King, 8º barón de King, quien en 1838 se
convertiría en conde de Lovelace, adquiriendo ella el título de
“honorable condesa de Lovelace”. Tuvieron tres hijos: Byron,
Anabella y Ralph Gordon.
En
1834 trabó amistad con una amiga de su madre, Mary Somerville.
Somerville era una brillante matemática y astrónoma autodidacta,
traductora al inglés de las obras del físico Pierre de Laplace y
autora de varios trabajos propios. En su juventud había tenido que
vencer, entre otras dificultades, los impedimentos que le puso su
padre, que creía que el estudio causaba esterilidad en las chicas.
Logró abrirse paso en la comunidad científica de la época llegando
a convertirse en la primera mujer admitida en la Royal Astronomical
Society.
Mary
Somerville se convirtió en su tutora y en un modelo para Ada. La
orientó en sus lecturas, proporcionándole libros y artículos y la
puso en contacto con prestigiosos científicos como el físico
Michael Faraday o el matemático Augustus De Morgan, quien la
aceptaría como alumna suya en la Universidad de Londres. Ambos
apreciaron su talento. También fue ella quien le presentó a
Babbage, con quien entablaría una colaboración y una amistad que
duraría toda su vida.
Charles Babbage en 1860. Autor desconocido.
Babbage
había presentado su diseño de máquina diferencial doce años atrás
y después de solicitar fondos a la corona para su construcción
había recibido una fuerte suma de dimero, pero ocho años después
la máquina estaba inconclusa y no había presentado ningún
resultado satisfactorio. El retraso se debió en parte a su
perfeccionismo, que lo llevaba a rehacer el diseño una y otra vez, y
en parte a las desavenencias que tuvo con el fabricante que había
sido asignado al proyecto, Joseph Clemens, quien en 1833 terminó por
retirar a su personal y sus herramientas a pesar de que en la máquina
ya se habían invertido unas 34000 libras, de las cuales la mitad
procedía de su propia fortuna personal.
Pero
el irreductible matemático, lejos de desanimarse, se embarcó en
algo mucho más ambicioso: el diseño de su máquina analítica. La
máquina analítica tampoco llegaría a construirse, y de haberse
fabricado se habría convertido en la primera computadora de
propósito general de la historia. En 1834 volvió a soliticar
fondos, pero a partir de entonces, y teniendo en cuenta el
precedente, el gobierno británico optó por negárselos
sistemáticamente. A pesar de ello dedicaría el resto de su vida a
trabajar en este nuevo proyecto.
Réplica de la Máquina Diferencial exhibida en el Museo de Ciencias de Londres, construida según el diseño de Babbage y con los materiales disponibles en su épooca. La Máquina Diferencial es capaz de calcular numéricamente valores de funciones polinómicas aplicando el método de Newton de las diferencias divididas. Teniendo en cuenta que cualquier función puede aproximarse por un polinomio, esta máquina en sí ya es bastante potente. Esta réplica, construida en 1990, es totalmente operativa.
La
máquina analítica incorporaba muchos conceptos visionarios que
están implementados en los ordenadores actuales, como el uso de una
memoria, a la que llamó storage
(almacén) en la que se guardarían resultados parciales que se
utilizarían posteriormente en el proceso de cálculo, o un
componente principal encargado de realizar las operaciones
aritméticas y que llamó el molino,
que no es otra cosa que lo que hoy conocemos como el procesador.
Babbage también proponía la utilización de las tarjetas perforadas
para introducir los programas y los datos. El uso de tarjetas perforadas había sido
introducido por Joseph Jaquard en 1805 con el fin de automatizar la
reproducción de patrones en los telares.
Babbage
presentó su diseño en 1840 en el segundo Congreso de Científicos
Italianos, celebrado en Turín, dejando impresionados entre otros al
matemático e ingeniero militar Federico Luigi, conde de Menabrea,
quien redactaría un trabajo sobre las notas tomadas en la ponencia,
añadiendo sus propias observaciones. Este trabajo, publicado en
francés en una revista suiza con el título “Nociones sobre la
Máquina Analítica”, llegaría poco después a Inglaterra y a
manos de Ada, ávida lectora de todo lo que tuviera que ver con la
actualidad científica de su época, quien lo tradujo al inglés.
Babbage, encantado con la traducción y con el interés demostrado
por la joven hacia la máquina, amén de sus sólidos conocimientos
matemáticos, que le permitían entender el diseño, le sugirió que
incorporase sus propias observaciones. Durante la redacción de las
mismas se estableció entre ellos una amistad que duraría hasta el
final de su vida.
Después
del matrimonio la madre de Ada seguía controlando su vida y
administrando su fortuna personal. Annabella llegó a un acuerdo con
William King para mantener a Ada alejada de las responsabilidades
sociales y familiares y que así pudiese dedicar todo su tiempo a sus
aficiones. La motivación una vez más era mantenerla ocupada con la
ciencia y las matemáticas y que permaneciera alejada de los
“vicios”.
Ada
pudo pues entregarse por entero al estudio.
Sus
observaciones y comentarios al artículo de Menabrea consisten en un
total de siete notas en las que la autora va mucho más allá de las
ambiciones del propio Babbage, cuya concepción de la máquina
analítica se restringían al uso específico en el campo del
cálculo. Estudiando el diseño en profundidad Ada se dio cuenta de
que la máquina podía programarse para que realizara tareas muy
diversas, dependiendo del programa que se le introdujera, al igual
que ocurre con los ordenadores actuales. En las Notas proporciona
numerosos ejemplos de los posibles usos que se podían dar a la
máquina, –incluyendo un detallado algoritmo para obtener los
números de Bernoulli, que se considera el primer programa de
ordenador– y deja la puerta abierta a la aparición de nuevas
aplicaciones que no podían ser anticipadas en ese momento, pero que
podrían salir a relucir en un futuro a medida que aumentasen los
requerimientos de la ciencia y se profuncizase en el conocimiento de
la propia máquina.
La
clave de las Notas de Ada Byron es que llegó a entender que la
arquitectura de la máquina, el hardware, permitía la posibilidad de
que ésta realizase tareas para las que en principio no había sido
diseñada, dependiendo del juego de instrucciones, o programa, que se
le proporcionade, el software. No sólo fue la primera programadora,
sino la primera persona en comprender plenamente el concepto de
programación.
Algoritmo de Ada Lovelace para calcular los números de Bernoulli en la Máquina analítica. Puede considerarse el primer programa de ordenador de la historia.
Menos
conocida es su fascinación por la faceta estética del invento:
(...)la
danza ordenada de los elementos mecánicos unos en torno a otros,
siempre precisos, el giro perfecto y armonioso de los muelles, el
mismo conjunto sólo en apariencia caótico, complejo al tiempo que
exacto, contribuye a trascender la funcionalidad de la máquina para
llegar a producir auténtica y arrebatadora belleza (...)
Leyendo
estas palabras uno casi puede imaginarse, superpuesto a los
engranajes, un ballet ejecutando su danza al compás de la música.
Ada
se ofreció a ayudarlo en la construcción de la máquina, aunque
imponiéndole ciertas condiciones: que le permitiera a ella
encargarse del aspecto práctico del proyecto y de las relaciones con
las personas que él indicara, con las que fuese necesario entablar
algún tipo de negociación; que Babbage se comprometiera a dedicar
tiempo completo al trabajo de fabricación si fuese necesario su
apoyo o su supervisión intelectual “¡sin maldecir, ni acelerar en
demasía, tampoco desordenar o cometer errores con los papeles!”;
si lograba concretarse una propuesta para la construcción de la
máquina, Babbage nombraría a terceras personas para su revisión y
aprobación. La naturaleza de estas condiciones y el hecho de que
Babbage las rechazara todas son muy reveladores del carácter del
matemático.
Tras
el rechazo de Babbage cesó la colaboración, no así la relación
personal que se había establecido entre ambos.
Se
sabe que Ada Byron realizó otras contribuciones en campos tan
variados como la agricultura y la arquitectura. También se dedicó a
la divulgación. Entre otras cosas escribió una crítica del primer
libro que trataba de explicar al público la evolución, “Bestiges
of the Natural History of Creation”, publicado en 1844, quince años
antes de la aparición de El origen de las especies. También tuvo el
deseo de difundir los trabajos de Faraday, aunque el delicado estado
de salud de éste impidió que pudieran reunirse.
Poco
después de la publicación de las Notas su ya de por sí frágil
salud empezó a declinar. Los médicos le diagnosticaron histeria y
durante mucho tiempo aceptó ese diagnóstico. Empezó a sentirse
aquejada de fuertes dolores que la obligaron durante un tiempo a
abandonar su actividad. En esa época los médicos poco más podían
hacer que recetar calmantes para el dolor y remedios que “servían
para todo”. Así los especialistas le recetaron láudano, una
preparación de vino blanco, azafrán, canela y otras sustancias,
incluyendo el opio. Las mezclas de drogas y bebidas alcohólicas
solían recetarse como medicamentos, así desarrolló adicción al
opio y a la morfina además de al alcohol. En sus intentos
desesperados por aliviar los dolores bebía cerveza y brandy en
demasía y además perdió el apetito y comía poco, lo que
contribuía a deteriorar más su estado.
A
principios de 1851 desarrollo una fuerte adicción a los juegos de
azar, en especial a las carreras de caballos, que era el pasatiempo
de las clases acomodadas. Ya que no podía disponer libremente de su
dinero, administrado por su madre, decidió obtener dinero propio
apostando. Babbage, que aún soñaba con la posibilidad de adquirir
fondos para construir su máquina, se dejó llevar y la siguió en
sus fantasías de suerte y riqueza. Entre los dos elaboraron
complicadas fórmulas estadísticas que supuestamente les servirían
para ganar, pero lo único que lograron fue contraer cuantiosas
deudas. Ambos se jugaron sus ahorros –ella se las ingenió para
jugarse la fortuna familiar y él lo poco que le quedaba–. Ada
saldó en parte las numerosas deudas contraídas con las joyas de la
familia.
Se
dice que, al igual que su padre, Ada mantuvo numerosas relaciones
extramatrimoniales con prestigiosas personalidades de la época,
entre ellos Dickens y hasta el propio Babbage. No existen pruebas
concluyentes, pero teniendo en cuenta la similitud de carácter con
su padre y la fuerte represión a que fue sometida por su madre, la
idea no es descabellada.
En
junio de 1851 empezó a tener fuertes hemorragias. Cuando William
King informó a su suegra de los síntomas que padecía su esposa,
así como de las deudas contraídas por ésta en el juego, Anabella
montó en cólera. Acusó al conde de que a su lado Ada había
abandonado los valores morales y el decoro, comportándose como su
padre y su abuelo paterno, permitiendo que “las malignas tendencias
de los Byron” se manifestaran en ella.
Dos
meses más tarde los médicos le comunicarían la mala noticia:
padecía cáncer de útero. Tras más de un año de dolor y
sufrimiento –sufrimiento que Anabella no contribuyó precisamente a
mitigar– murió el 17 de noviembre de 1852 a la edad de 36 años,
la misma a la que había muerto su adorado padre.
Poco
antes de morir, Anabella la aisló de todos sus amigos y la sometió
a una “preparación para la muerte” que consistió en hacerle
confesar todos sus pecados y vicios, los reales y los imaginados por
su mente calenturienta. Le decía que estuviese agradecida porque el
dolor suponía la purificación de todos sus pecados. La obligó a
hacerla heredera y responsable de todos sus papeles, muchos de los
cuales destruiría luego, y le hizo firmar un documento por el que
aceptaba que se hiciera cargo de la educación de sus tres hijos.
Fue
enterrada, tal y como había sido su deseo, junto a la tumba de Lord
Byron en la cripta familiar, situada en la iglesia de Santa María
Magdalena de Hucknall, distrito de Ashfield, East Midlands.
Es tu rostro como el de mi madre, ¡mi hermosa niña!
¡Ada! ¿Única hija de mi casa y corazón?
Cuando ví por última vez tus azules ojos jóvenes, sonrieron,
y después partimos, no como ahora lo hacemos,
sino con una esperanza.
Despertando con un nuevo comienzo,
las aguas se elevan junto a mí; y en lo alto
los vientos alzan sus voces: Me voy,
¿a dónde? No lo sé; pero la hora llegará
cuando las playas, cada vez más lejanas de Albion,
dejen de afligir o alegrar mis ojos.
Lord
Byron
Larga
vida y prosperidad.
Lecturas
recomendadas:
Sobre
Ada Byron:
Lidia
Andino. “Ada Byron”. Una breve biografía de poco más de 100
páginas que nos introduce en su vida y obra.
Betty
Alexandra Toole: “Ada, the Enchantress of Numbers: Prophet of the
Computer Age”. La biografía más completa.
Eugene
Eric Kim y Betty Alexandra Toole: “Ada and the First Computer”,
Universidad de Virginia. Disponible online
Sobre
historia de la computación en general:
Carlos
A. Coello Coello. “Breve historia de la computación y sus
pioneros”
Sobre
la ciencia en el s. XIX:
Stephen
F. Mason. “Historia de las ciencias”, vol. 4, “La ciencia del
siglo XIX”
Ucronía:
William
Gibson y Bruce Sterling: “La máquina diferencial”. Novela del
género steampunk en
la que se explora qué hubiera pasado si la máquina de Babbage se
hubiese construido y luego fabricado en serie y utilizado
masivamente.